Tardamos un tiempo en comprender
que poner los “ampli” a tope, y tocar lo más fuerte que se podía, no era la
mejor manera de sonar.
Rompíamos desde la cuerda más
fina de la guitarra a la más gorda del bajo y Altami se cargaba los pellejos
del bombo.
Las cajas del equipo se
“establillaban” y los altavoces empezaban a cascar antes de quedarse fritos.
Mientras se cambiaba la cuerda,
Juan tranquilizaba al personal “estamos cambiando una guita que se ha rompío”.
No ganábamos para cuerdas,
pellejos y altavoces, y llenábamos las cajas con mantas para que no sonaran
“cascás”.
Eran tiempos de “jierro” y los
400 W no daban para más.
Y a pesar de los pocos watios, es
verdad que dábamos caña. Una vez estábamos tocando en la Caseta de la Juventud
de Chiclana y se nos acercó un señor con traje y corbata que se identificó como
el representante de la Pantoja, que tenía que tocar en la Caseta Municipal que
estaba justo al otro lado de la calle, pidiéndonos por favor si podíamos bajar
un poco el volumen para que el público de la Caseta Municipal pudiera escuchar
a la artista.
¡Joer¡ - le dijimos - ¡tan pocos
watios trae…¡
Todavía seguimos sin entender por
qué nosotros nos gastábamos todo lo que ganábamos en cacharros y la Pantoja
venía con tan pocos watios…
En fin, hasta que no nos hicimos
con un equipo con más watios no dejamos de hacer “estrozos”.
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