Canti nos
buscó la primera actuación en los Caños, porque antes de hacerse famoso en el
pueblo hay que probar en el extranjero.
Tocamos
en un patio de un restaurante y lo que ganáramos de entrada era para nosotros.
Melchor
y las mujeres del grupo (entonces novias) hacían de porteros.
Cogimos
las primeras 5.000 pesetas para letras, letras y más cacharros.
Un
veraneante nos regaló mil pesetas.
Exitazo total
a pesar de los incovenientes:
-
La batería se iba “palante”, así que el bajista tenía
que tocar de espaldas y aguantarla con el pie.
-
El equipo de voces no tenía ni potencia, ni eco, ni
reverb y “tos” los instrumentos estaban “rebujáos” en el mismo amplificador,
así que el sonido era más bien seco y “reliado”.
Tocamos unas
cuantas veces en los Caños hasta que nos llamaron los Burreños para la primera
“Burreñá” que se hizo en el Hotel Espada que estaba en obras.
Primer
“debut” en Conil y los Burreños bailaban con aquel sonido de cajitas de madera
y se decían entre ellos “no protestar, que estos tíos terminan aprendiendo…”
Y una vez que
tropezamos con uno de ellos por la calle:
- Killos
¿Dónde váis?
- A ensayar
- Pero
ustedes ¿no habían aprendido ya, chiquillo?
Y es que los
años de Cybión se cuentan por burreñás…
El Zurdo
siempre ha dicho que la burreñá tiene tres partes: Los burreños, Cybión y el
Levante.
¡Gracias
Burreños¡
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